La creación asumida como destino tiene un costo muy alto

Entrevista a Mario Meléndez

 

La creación asumida como destino, tiene un costo muy alto

 

 

Entrevista con el poeta chileno Mario Meléndez

Ciudad de México, 5 de mayo de 2017

 

Mario, platícame, por favor, de aquellos creadores «locos» entre comillas, de los que hablaba Álvaro Mutis ¿dónde está esa «locura» tan lúdica de los poetas chilenos?

No sé si será solamente de los poetas chilenos. Yo entiendo el acto de creación como algo anormal, en el sentido que tiene parámetros que la sociedad no reconoce.

Desde el momento que asumimos este destino, sabemos que no estamos funcionando bajo los códigos que la sociedad impone y menos estas sociedades ‘exitistas’, donde el atesorar cosas representa el único leitmotiv.

Yo siempre he vislumbrado a aquel que crea como un tipo bastante particular, por el mismo hecho de apostar su vida a algo donde la posibilidad de derrota está siempre latente.

Cuando pienso, por ejemplo, en van Gogh, Gauguin, Pessoa, Emily Dickinson, cuando pienso en Alejandra Pizarnik o Leonora Carrington, tiene que ver también con gente que hizo una apuesta de vida en relación a lo que ellos soñaban o sobre aquello que les motivaba. Y esa apuesta, muchas veces, tiene un alto costo.

Es, de alguna forma, iniciar un camino de total incertidumbre, una travesía donde nadie te asegura que vas a tener un espacio de dignidad donde te puedas desarrollar en condiciones óptimas, sino al contrario, la situación de precariedad puede resultar una constante.

En relación a esto, me vienen en mente poetas chilenos tan emblemáticos como Pablo de Rokha o Enrique Lihn, que vivieron esta condición de incertidumbre y desamparo hasta el final, simplemente por hacer una apuesta en relación a lo que ellos creían.

Entonces, esto que dijo Álvaro Mutis, que todos los chilenos tienen algo de locura, que por eso la poesía es tan diversa, tan enriquecedora, o como él la haya visualizado, yo lo llevo no sólo al plano de la poesía, sino al proceso creativo en general. Aquel que lo enfrenta, que lo asume, lógicamente tiene un gen de anormalidad en el sentido que está yendo a contracorriente de todas las condiciones y parámetros exitistas que te imponen estas sociedades de consumo.

Exitistas, como de triunfalismo. ¿De éxito?

¡Por supuesto! De éxito. Hay como un refuerzo de los códigos sociales que son decisivos a la hora de tomar decisiones.

Yo diría que somos seres precarios por naturaleza. Y la necesidad vital de salir adelante en este proceso creativo, de descubrimiento, tiene un costo que involucra también la errancia. Yo mismo soy un ser errante a pesar de mí mismo.

A todos nos gustaría vivir en el lugar donde nacemos. Más de una vez lo he comentado. Incluso un poeta planetario como Pablo Neruda necesitaba de sus raíces, necesitaba del mar de Isla Negra, de las lluvias del sur.  Pero si esa sociedad a la cual perteneces no te da las condiciones mínimas de dignidad. ¿Qué puedes hacer? Buscar otros derroteros, no queda de otra.

La creación asumida como destino, lógicamente tiene un costo muy alto. Y bueno, yo lo he vivido durante muchos años. Y un costo que tú no sabes en qué va a terminar. Nadie te asegura que la decisión que uno toma en tal sentido vaya a tener un final feliz.

Me refiero a que, en algún momento, se generen las condiciones mínimas de dignidad que todo creador necesita para seguir desarrollando una obra.

Mario, este espíritu de búsqueda de la creación, de encarnar la creación y el riesgo que ello implica. Que no busca el éxito, sino lo más esencial del ser humano, no sé cómo lo definas tú a la hora de ponerle un nombre. ¿Hay una universalidad que corta todo el eje del tiempo desde las épocas inmemoriales. Quizá todos los poetas que puedas encontrar en Japón y en China en el año mil antes de Cristo ¿Y se corta y se corra hasta el siglo 21 y los que vengan?

Hay ciertas cosas en común desde los primeros creadores, desde el poeta griego Homero que cantó la ira de Aquiles y las peripecias de Ulises. Pienso en los latinos con Virgilio a la cabeza. Pienso luego en todas esas zagas heroicas como el Cantar de Roldán, el Mío Cid. Las infinitas obras maestras que han venido desde no sé, ese primer poema épico que fue el Gilgamesh hasta nuestros días.

Hay ciertos códigos que manejan los creadores y que los unen y emparentan a través de los siglos. El creador de ahora, si bien no tiene, a lo mejor, ese interés por retratar la epopeya o ser el traductor de una nación, como han sido muchos de sus predecesores, también es hijo de la época que le ha tocado vivir.

A lo mejor también deberá cantar esas tragedias y epopeyas cotidianas, que son más en pequeño formato y no estos grandes acontecimientos que daban cuenta los poetas mayores.

Cuando uno nace, es parte de una sociedad, y desde ese momento sabe que tal condición va a gatillar y determinar su propio proceso creativo, y eso aplica no solo para los poetas que han existido y los que existen, sino también los que vendrán.

A lo mejor estos poetas que van a nacer en cien años, lo harán en una era todavía más digitalizada, todavía más rápida y convulsa, y deberán retratar y dar cuenta de ese espacio físico e histórico en el cual les tocó vivir.

¿Qué elemento esencial dan a la Humanidad los creadores para diferenciarlo de los seres que no tienen esta posibilidad?

No sólo yendo a la poesía. Lo podemos derivar hacia otras disciplinas. Pienso que tiene que ver con la capacidad de reivindicar muchas cosas, de ser como una especie de faro, de luz en un momento determinado. Creo que el arte cumple en esto un mandato o destino.

Cuando vemos un cuadro como el “Guernica” de Picasso (1937), que retrata las atrocidades de la Guerra Civil Española. Cuando vemos “Las Señoritas de Avignon” (1907), que refunda y resignifica el arte, la historia de la pintura. Cuando vemos una serie de obras que son tan reveladoras. Cuando contemplamos y admiramos la Capilla Sixtina, ese trabajo incomparable de un tipo que estuvo años pintando al fresco una serie de episodios bíblicos con una persistencia, un tezón, una visión de mundo, te lleva a pensar que el ser humano es capaz de llegar hasta límites insospechados.

Como esos, hay cientos de ejemplos. Entonces yo creo que una obra de arte es, de alguna forma, una posibilidad de belleza pero también de coraje, de reivindicación. Me refiero a algo que ha logrado o logrará perdurar en la memoria colectiva.

¿Y qué sería de las sociedades sin ese fluido, sin esas formas, sin esos seres distintos. Seres que nacieron para generar tales mensajes?

Siempre ha existido una vinculación del artista con el tejido social, y no sólo con el tejido social sino también con las instituciones y el poder. Ya ves lo que pasaba durante el Renacimiento con los Medici que financiaron a muchos de los grandes artistas de la época. Por otro lado, los Papas, con el fin de perpetuarse a sí mismos, dieron vía libre a obras imperecederas de la historia del arte.

Siento que el ser humano, en sus distintas visiones, es capaz de apostar, es capaz de reivindicarse en el momento que se siente parte de una sociedad.

Hemos sido protagonistas de muchos sucesos. Tal vez el siglo 20 aparezca como el más prolífico en eso. Te hablo de la Primera, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española, la Revolución Cubana, la Guerra Fría, las dictaduras latinoamericanas, etc. Hay una serie de situaciones o aspectos a los cuales el artista no puede sustraerse, por más que quiera.

Yo me imagino a poetas como Milosz, Herbert o Szymborska en Polonia, que tenían a unos cuantos kilómetros ese infierno que era el campo de concentración de Auschwitz. Cómo logras abstraerte de lo que estás viviendo y de lo que otros viven. Cómo te aíslas sin que el peso de lo social no gatille en un momento determinado.

Pienso también en aquellos escritores de la Unión Soviética que no eran funcionales al estalinismo. Lo mismo en la Alemania nacionalsocialista. Todos aquellos que debieron huir para salvar sus vidas. Los derrotados de la Guerra Civil Española, exiliados como los hermanos Machado o Juan Ramón Jiménez. O aquellos que murieron como Lorca o Miguel Hernández, y también en los que fueron cómplices de esas barbaridades.

De la ética de lo moral

Entonces es imposible que el creador se abstraiga de la época que le ha tocado vivir y esa época va a gatillar de alguna forma su proceso creativo, en algunos más, en algunos menos, pero siempre el componente histórico, el componente social, el componente de lo cotidiano, van a estar en esa obra o en ese proyecto de obra que queremos todos realizar.

Y para finalizar esta plática quiero preguntarte ¿Hay poesía femenina? ¿Qué me dices de las mujeres que son la otra mitad de la Humanidad y que francamente, te lo digo, a mí me indigna que no haya en las mesas de presentación de poesía, que no haya en los libros de historia, la guerrillera de la Revolución Mexicana, como una mujer que no solo agarraba el fusil, sino que cargaba al bebé y daba amor al hombre y daba su vida y su sangre. Siento la necesidad, desde tu perspectiva, de hacerte esta pregunta. ¿Dónde está la poesía femenina?  ¿Hay algo femenino en la poesía? ¿Qué pasa con las creadoras?

Hay un libro notable de Eduardo Galeano que lleva por título Mujeres, es una suerte de retrato a manera de homenaje de algunas grandes luchadoras y creadoras que ha dado nuestra América en sus diversas vertientes. Muchas de ellas anónimas, incluso.

Sin ir más lejos en Chile, uno de sus Premios Nobel fue asignado a la poeta del Valle de Elqui Gabriela Mistral que, junto con Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Juana de Ibarbourou, representaron muchas de las claves de lo que fue la poesía latinoamericana en la primera mitad del siglo 20.

La segunda mitad del siglo no se quedó atrás. Hubo una serie de creadoras de un nivel extraordinario. Pienso en las argentinas Olga Orozco y Alejandra Pizarnik. La peruana Blanca Varela. La uruguaya Marosa di Giorgio. La chilena Stella Díaz Varín. La costarricense hacendada en México Eunice Odio. Las mexicanas Rosario Castellanos y Enriqueta Ochoa. Sin olvidar, por cierto, a la peor o a la mejor de todas, Sor Juan Inés de la Cruz, y por supuesto, aquellas que vienen pisando fuerte.

Siempre ha estado la poesía escrita por mujeres dando la pauta o abriendo puertas que han influenciado de manera decisiva a los demás creadores que han venido. Esto a pesar de no figurar en ciertas antologías o no ser incluidas o mencionadas como debería.

Muchas de las autoras que yo te nombro han sido totalmente vanguardistas. Punta de lanza de toda una corriente estética que también se retrata en la narrativa. Gente como María Luisa Bombal en Chile o Cristina Peri Rossi en Uruguay, etc.

Hablas tú del empate entre la poesía escrita por hombres y la escrita por mujeres. Claro, tal vez porque la mayoría de las antologías o la mayoría de los estudios literarios están hechos por hombres.

Es urgente que cada vez más mujeres asuman su propio magisterio para poder reivindicar todo un proceso. Una visión que involucre a una serie de personajes, de creadoras que están allí. Pienso en Violeta Parra, autora de esas décimas notables, en Mercedes Sosa, Chabuca Granda, Amparo Ochoa, etc.

Tiene que ver con esa reivindicación de un magisterio en el cual las mujeres también sean capaces de proponer su propia impronta y encontrar su propio nicho en ese sentido. No darle tanta posibilidad a que el hombre maneje una serie de códigos y elementos porque al final, por supuesto que la balanza se va a cargar de ese lado.

Ese desequilibrio todavía en la balanza

Es una cosa muy visible en sociedades machistas como la mexicana y otras, que dan cuenta o retratan una tradición donde las mujeres muchas veces han pasado a un segundo plano, cuando no debería ser así. Pero vuelvo a insistir en esta asunción de un magisterio donde las distintas creadoras, las distintas académicas, las distintas mujeres relacionadas con las disciplinas que nos convocan (historia, filosofía, ciencia, literatura, pintura, música, cine, etc.) asuman también esta misión.

Cuando digo que asuman, hablo de tener un rol más activo en la conformación de una serie de espacios que finalmente provoquen este acercamiento, esta paridad histórica que debe existir entre el hombre y la mujer.

¿Hay algo que en este ejercicio que hicimos se quedó en el tintero y te gustaría trabajar en una próxima sesión?

Me gustaría mencionar algo relacionado con esta incapacidad de reconocer al otro cuando no pertenece a un grupo determinado y con qué subjetividad se premia al más cercano. Esto tiene que ver con la mezquindad que existe en los grupos literarios. Este individualismo también, por cierto. Lo que me lleva a pensar ¿de qué sirve atesorar conocimiento si los vamos a ocupar de manera arbitraria?

Tampoco el arte es ajeno a este tipo de situaciones. Entonces sería interesante en una próxima reunión profundizarlo más.

Written by Mario Meléndez

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