Marisa Russo

Tríptico del rumor y otros poemas

 

Tríptico del rumor y otros poemas

 

 

 

 

TRÍPTICO DEL RUMOR

 

a José Fermín Blanco, in memoriam.

 

 

I. Infancia  

Te sientas en el centro del parque
y es cualquier país,
escuchas
“cierra los ojos, estoy girando en torno tuyo”.

En el Parque Avellaneda de Buenos Aires
la calesita giraba en sentido contrario al reloj.
El abuelo, entre cigarro y humo, me pasaba el boleto.
Yo saltaba de lomo en lomo de las bestias,
de la cólera del dragón a la tristeza del caballo:
“El unicornio ha extraviado su cuerno”,
me decía el operador de aquella órbita.
No era leyenda el dolor supuesto,
lo revelaban túneles ocultos en la historia.
El padre de mi madre me tomó de la mano,
abordamos el pequeño tren
y cruzamos el puente de las glicinas.
Lloraban sobre nosotros los jacarandás,
como si supieran que alguno de los dos
se convertiría en rumor, en el polvo de otros parques.

 

 

II. Juventud

Un día tomé el avión fuera de la calesita,
la vida giraba al sentido del reloj.
Ya no era una niña.
Llegué a Turrialba y sentí la respiración del parque,
Escuché el mismo rumor:
“cierra los ojos, estoy girando en torno tuyo”.
La boca del volcán me llamó por mi nombre.
Cerré los ojos, imaginé las bestias ausentes,
mi cabalgata de lomo en lomo:
el parque siempre estuvo en mi interior.

 

 

III. Madurez

Abrí los ojos y me encontré frente a Champs de Mars.
Las equinos de la calesita subían y bajaban desolados.
Mis sentidos se apatriaron en la infancia.

¿Habrá recuperado su cuerno el unicornio?

Un hombre a la entrada me dijo:
“Señorita, aquí solo entran niños”.

A mi alrededor todo era de cemento,
el juego mecánico giraba al revés.

 

 

* * *

 

En Los Claustros del Metropolitano de Nueva York,
entre relinchos de metal como campanas,
hallé el cuerno en la serie de tapices medievales.

 

 

 

MALVINAS PARK

 

Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países
Jorge Luis Borges

 

Yo no sé de guerras, ni de dictaduras, solo sé de terruños que escarban las entrañas de la infancia.

Del otro lado del teléfono, a miles de kilómetros, clamaba Lito, el hermano de mi padre: “¡Vamos ganando la guerra!”.  Papá no le dijo nada, después de colgar lloró. Salimos de la casa como de un funeral.

En el colegio un compañero ―de una Costa Rica remota― atinaba a lanzarme bolitas de papel como proyectiles. Estremecía mi enojo hasta el salón de estudios sociales. Me hubiese gustado apagar con fuego de triunfo el murmullo de la clase: “¡Ojalá pierdan la guerra!”.

Yo iba tejiendo el manto de neblinas que nunca olvidaré. Tarareaba un himno humillado mientras mis ojos se clavaban en el césped.

Las mellizas extranjeras de la patria, así las bauticé en mi mente.

 

 

 

CAÍDA CON TRAMPA

Los hombres me nombran cuando se lanzan
desde sus pupilas en paracaídas.

No soy la brisa,
soy su red.

 

 

 

MEMORIAL PARK

 

Mi soledad está hecha de ti.
Lleva tu nombre en su versión de piedra.
Olga Orozco

 

Los fantasmas deambulan
condenados por la amnesia,
buscan que mi voz los recupere.

El más obsceno desea que lo salve.
Yo lo aparto. No perdono.

Pero acaricio la piedra que guarda su sal.
Es el único sabor
de todos los poemas.

 

 

 

PUERTO SIN MAR PARA UNA FALSA NOTICIA

Marco Aguilar ha muerto.
Daniela inventa el mar frente a sus ojos.

La lluvia narra la historia del poeta
sobre las palmeras
y el pueblo camina en procesión
por la cuesta del cementerio.

Ella aguarda la caída del día,
su rostro es arena
y el dolor es oleaje.

 

 

 

MADISON SQUARE PARK

Las ardillas del Madison Square Park reconocen los pasos de Harley y Lucy entre los miles de ecos. La bandada de palomas tiende un manto sobre sus cabezas desde la esquina hasta la rotonda. Una colonia de sombras con cola los adopta. Una de ellas se sube por los pantalones de Harley hasta su hombro, y le cuenta un misterio del otoño. Crujen las castañas en su bolsillo. Le susurra a una colorada: “Tracy, tienes cola de rata, porque te comes las papas fritas de los turistas”.

Los ojos claros de la pareja ven a los niños jugar con las burbujas. En el jardín aledaño meditan los chicos del yoga. Escuchan el sollozo de las fuentes y el bostezo de las estatuas que esperan la llegada del sereno.

Lucy pone alpiste en sus palmas y las palomas como manto caen del cielo a sus pies. Unas pocas se posan sobre el piano de un estudiante, siguen la orquesta, y la mano de Lucy les enseña el orden del universo.

Los canes conducen a sus dueños hacia Lucy. Ella conoce el nombre de cada una de las criaturas de su reino.

Harley habla el idioma de las ardillas,

Lucy, el del delirio y el vuelo.

 

 

*** 

 

Marisa Russo (Buenos Aires, Argentina). Poeta, editora, gestora cultural y profesora adjunta de Hunter College, City University of New York. Estudió el Máster y la Licenciatura de Literatura Hispanoamericana y Peninsular en Hunter College de la City University of New York. Es candidata doctoral de la Universidad de La Salle en Educación, Costa Rica. Fundadora de Turrialba Literaria. Directora ejecutiva y fundadora de Nueva York Poetry Press, jefa editorial de Nueva York Poetry Review.  Su obra ha sido traducida al inglés y aparece en diversas antologías y revistas literarias. Es directora del Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York y presidente del FIP Turrialba, Costa Rica, Publicaciones:  El idioma de los parques / The Language of the Parks (2018). Mención de honorífica International Latino Book Awards – Best Poetry Book, Jardines Colganes (2020) y El cielo comienza en las raíces (2020) y Del libro de cuentos inventados por mamá: La joven ombú (2020).

 

Written by Mario Meléndez

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